Desde los
primeros tiempos de la humanidad que la religión y el erotismo vinieron de la
mano en una relación indisoluble que nunca se quebrantó; baste sólo recordar
que las primeras religiones contemplaban aspectos eróticos en sus divinidades.
Según las Sagradas Escrituras estamos hechos "a imagen y semejanza" del Creador, por eso tenemos el mismo
aspecto y es de prever que idéntica sexualidad que la divinidad. O si lo
prefieren podemos decirlo a la inversa: la divinidad tiene aspecto
antropomórfico y órganos sexuales como nosotros, pues ambos estamos hechos con
la misma “imagen y semejanza”.
Diferentes artistas
a lo largo de la historia recogieron el testigo y representaron la sexualidad
de Jesucristo en sus pinturas, pues así expresaban no sólo las semejanzas de
las que nos hablan las Escrituras, sino también unas creencias relativas al
origen de la vida al modo en que lo habían venido haciendo las religiones
antiguas.
La pintura
cristiana recogió las antiguas creencias paganas relativas al culto al falo,
por eso existen tanta cantidad de imágenes cuya temática gravita en torno a los
órganos genitales de Jesucristo. Este afán por representar la sexualidad de
Jesucristo reflejaba la necesidad humana por abordar cuestiones incógnitas
referentes al erotismo humano, e interrogantes que no hallaban expresión ni
respuesta en el cristianismo oficial pero sí en el mundo pagano.